jueves, 23 de octubre de 2008

Aprendan de él

Ese es el Burrito, el que da pelea. A sus problemas personales. A quienes no lo querían en el platel y se lo plantearon al entrenador.Nunca dejó de poner el pecho a las balas, ni la cara a los tiempos dificiles, ni el corazón al equipo, a pesar de todo.Cuando entro a la cancha, mientras todos silbaban al equipo ante gimnasia de LP, él puso la calma, la pausa, el alma. Puso la cabeza para que su equipo resurgiera de las cenizas y ganara el partido.No le importo el pecado de su no inclusión en el partido con casla por la copa, ni cuando retornaron las criticas. Que importa que no sea ya el electrico delantero de pique infernal y gambetas endiabladas. Que sus musculos suelen retardar los mandatos y esos movimientos ahora se sustenten en una inacabable técnica, embadurnada de bien capitalizada experiencia, ya no deambula por los costados del centro delantero, metiendo desbordes, proyecciones, quiebre... Qué importa. Ahora se devora menos el área, pero se zambulle con otra frecuencia por la zona que más hierve y paga mejor. Cae menos. Juega más. Cuando se lo necesita sigue siendo el Burrito del delicioso tubo a paletta...A ese tipo franco que confiesta sin problemas "cuando estoy en el banco me dan ganas de pararme e irme al vestuario". Es ese pibe que alguna vez vino de Ledesma y que su insistencia terminó siendo clave para que el futuro sea de color rojo y blanco.Ese mismo jujeño que a los 34 años llevó a sus compañeros de la mano a dar la vuelta número 33. En realidad, los demás se contagiaron de Ariel, se treparon a su corazón, a su verguenza a su incomparable calidad y jerarquia. La que perdura en el tiempo. La que marca la diferencia."Siento que River es mi casa. Yo me quedaría a vivir acá""Si tenes puesta la camiseta de River, tenes que atacar y tenes que ganar"