domingo, 1 de noviembre de 2009

Puede ser que me retire

Ortega, abatido, fue a la concentración el viernes a la noche y le pidió a Astrada no jugar hoy frente a Lanús. Aunque su decisión iría más allá: mal en lo personal y en lo futbolístico, ¿el ídolo dice adiós...? "Mirá que el lunes voy a entrenar, eh...".Ariel Ortega le responde como puede a Olé. Es una clara y apresurada necesidad de despejar lo que todavía no se le había planteado. Es, también, la primera de las tres comunicaciones del día con el protagonista del día. A esa hora sólo se habla de su abrupta salida de la concentración. Sorpresiva, consensuada con el técnico y oficialmente con motivos reservados.El diálogo se corta. Las versiones se acumulan. Los intentos de explicaciones del Burrito también. "Son temas personales, nada más. No es que iba a ser suplente ni nada. Y ojo que estoy al borde del desgarro". En cada conversación se desnuda una comunicación trenzada, dañada por una tormenta climatológica y otra personal, evidentes ambas, aunque mucho más profunda la segunda que la primera. Ariel Ortega volvió a deprimirse. Se siente otra vez aturdido por una insaciable tempestad que no lo abandona. Y así sus palabras se quiebran como la cintura del mejor Orteguita, zigzaguean indescifrables, van de acá para allá. Al último ídolo de River se lo escucha abrumado. Muy abrumado. "Puede ser que me retire", acepta una hora después, cuando ya habían pasado casi 19 desde que le había comunicado a Astrada su decisión de, cuanto menos, no jugar hoy. El jujeño llegó el viernes a la concentración del Monumental diez minutos antes de la hora estipulada (23.30) y, según varias personas que lo vieron, en buen estado. Charló con Almeyda, su compañero de habitación. Y después, le pidió hablar al Jefe. Ahí le comunicó al técnico que no se quedaría. Al rato, Hernán Díaz y Carucha Corti se sumaron a la reunión, pero ninguno logró convencerlo para que siguiera junto al resto de los jugadores hasta el duelo de esta tarde contra Lanús. Apenas si pudieron plantearle que se tomara la noche libre y que fuera a la práctica de la mañana siguiente. Nada. No apareció ayer y para algunos dirigentes resultó imposible hallarlo en su celular. "Ariel vino y me pidió irse. Hicimos lo posible para retenerlo, le pedí que no se fuera, pero no quiso. Los motivos quedan entre el jugador y el cuerpo técnico", le explicó Astrada a Olé. El DT, que se curtió después del faltazo anterior, juró no ocultar ningún episodio más. Por eso juntó al plantel para informarle la situación. Un compañero del 10, por caso, entendió que el tema iba más allá de este partido y apeló al discurso basilista para salir del brete: "No comments", respondió vía SMS. El directivo que sí pudo dar con Ortega fue el de mayor peso en el club, aunque también sea el que más lejos está del país. El presidente JM Aguilar, en Zurich por un compromiso de la FIFA, habló con su debilidad futbolística y habría escuchado lo mismo que el Jefe en su momento, el abatido "ya está, no quiero jugar más". A diferencia de otras recaídas originadas por su "síndrome depresivo impulsivo" con tendencia al alcohol, esta vez el Burrito no venía alejado de sus dos grandes motivaciones: el fútbol y, principalmente, River. Es cierto que su actual torneo no pide Selección y que el rendimiento personal viaja por una curva descendente. Después de jugar cinco fechas completas, desde la sexta que no termina en cancha y los últimos dos partidos no fueron del todo felices: le atajaron un penal y fue el peor contra Boca, y sólo una asistencia lo salvó del Chenemigo ante Argentinos. Sí, curiosamente en los mejores encuentros de River en mucho tiempo.Ortega es impredecible. Puede aparecer hoy y pedir jugar o ni presentarse mañana por más que lo haya prometido. Sus vaivenes emocionales, lamentablemente, lo afectan a él. Y a River. Y a los hinchas.