martes, 1 de septiembre de 2009

El Burro, el Keko y la ilusión

El ídolo y su sucesor festejaron el heroico estreno de la dupla y prometieron seguir con paredes y goles. La admiración del Keko y los elogios del Burrito. Un encuentro histórico.
Ariel Ortega estaciona en una esquina de San Isidro, a pocas cuadras de su casa, y un grupito de curiosos no puede creer que sea el Burrito quien se asoma detrás de esos oscuros vidrios. Ortega los encara y los ojos de los siete brillan más que el BMW negro del ídolo. Le piden una foto. Y otra. Y otra hasta que todos, hermanos, primito y padres de Daniel Alberto Villalva, tienen el recuerdo atesorado en la camarita familiar y/o teléfono móvil. Al Keko no lo avergüenza la situación, al contrario. Su ídolo es también el ídolo de su familia. Pero el primer encuentro público de pichón y crack prefiere disfrutarlo solo. Solo con Olé.-Ortega: Aunque con el tiempo te acostumbrás a estas cosas, no dejo de sorprenderme. Ni esto que me pasa con la familia del Keko ni lo que viví el domingo: cinco autos me siguieron en caravana desde el Monumental hasta mi casa gritándome "Orteeega, Orteeega". Qué calor que pasé. Cada día es algo nuevo. Y ya me supera. -Keko: Ariel es mi ídolo desde chiquito. Cuando jugaba en las canchitas de tierra de Caá Catí, en Corrientes, relataba los partidos y decía: "La lleva Ortega, sigue el Burrito...". Y ahora estoy con él, cumpliendo el sueño de compartir una cancha, con la frutilla del postre de haber hecho mi primer gol en Primera con una asistencia suya. ¡Ortega me la pasó! Por eso le digo que no lo puedo creer. Me parece que es una película. -Ortega: Pero es verdad, Keko. Contra Chacarita entraste muy bien. En la semana te venía viendo a vos, a Mauro y a Diego y me daba cuenta de que estaban picantes. Ahora tenés que confirmarlo en el partido que viene, no quedarte con esto. Pero se palpa que sos humilde, y eso ayuda mucho.-Keko: Quedate tranquilo, Ariel. Ya sentí una alegría enorme cuando dijiste en Olé que yo iba a ser tu sucesor. Estaba en mi pueblo y como no podía conseguir el diario, lo fui a buscar a Corrientes capital. Para mí significa muchísimo que vos, mi ídolo, me tengas tanta confianza. -Ortega: Si te sacás un tipo de encima, gambeteás y me picás al vacío o me dejas solo con el arquero, como el domingo, voy a confiar, je. No, en serio: Mauro y vos nos cambiaron el juego. Estaba ahogado y un poco fastidioso por tener que recibirla tanto de espaldas y ahí pudimos empezar a tocar. Cuando hiciste el 3 a 3, te dije que lo íbamos a ganar. Siempre sé que me va a pasar algo bueno. Pienso en positivo. Esa confianza, esa fe, me ayudan. Me dije: "Lo gano yo". Y se me dio.-Keko: Sí, cuando me viniste a abrazar en el festejo, me dijiste: "Vamos a ganarlo". Increíble. ¿Viste que me saqué una foto con los alcanzapelotas al final? Ahora me falta llevarme la 10. Esa no la tengo.-Ortega: Vos me vas a tener que dar tu camiseta. Porque después te vas a ir a Europa y pierdo. Ah, pero antes de irte, hacenos ganar un par de títulos...-Keko: Ya tengo tus botines, un póster en mi pieza y el pantaloncito que me diste contra Quilmes. ¿Te acordás de que te lo había pedido una semana antes y no me lo habías dado?-Ortega: Sí, pero no te podés quejar. Mirá que cuando yo era chico en Ledesma también decía "la leva Ramón Díaz", y cuando llegué a River lo tenía que tratar de usted, eh.-Keko: ¿Sabés que debutaste justo un año antes de que yo naciera?-Ortega: Me estás liquidando. Más respeto porque no te la doy más...-Keko: No te enojes, Ariel. Era una broma.-Ortega: No pasa nada. ¿Sabés que cuando yo empecé era distinto? Había mucha gente más grande: Hernán Díaz, Astrada, Zapata, Higuaín, Ramón Díaz, el Mencho... Y ahora estamos Marcelo, el Pelado y yo, pero la mayoría son pibes. Se había perdido esa mística que nos transmitían a nosotros. Hoy depende de ustedes aprender que no hay que creérsela. Y querer siempre más.-Keko: Es verdad. Lo único que puedo decir es que hasta te sigo viendo como ídolo. En Canadá, cuando vi el gol que le metiste al Everton, me paré en el banco y empecé a aplaudir. Esta vez te tuve al lado cuando hiciste el gol y se me puso la piel de gallina. Y cuando fui a abrazarte, me dieron ganas de llorar.-Ortega: El trato que tengo con ustedes me gusta. Cuando hay que joder, jodemos. Y en la cancha, si me tienen que decir algo, no tienen dramas. La convivencia en Canadá nos ayudó. Jugaban a la Play y me metía, los cargaba y los mandaba a dormir.-Keko: Siempre estás, nos aconsejás, nos das tranquilidad y nos pedís que no hagamos nada raro en la cancha. Sos un crack también afuera. Y adentro sos único. No creo que haya otro como vos. Yo sólo aspiro a que el hincha me quiera. Con ser el 10% tuyo ya me alcanza. -Ortega: Tenés todo para ser ídolo, Keko. En River, por el murmullo, ya se sabe qué pibito es diferente. Así me enteré de quién eras y no se equivocaron con lo que me contaron. Con la pelota sos distinto, pero lo más importante es que sos un buen pibe. En Mendoza me llegaban los saludos que me mandabas. -Keko: Yo quiero entrar y divertirme. Si la gente me reconoce, mejor. Pero para eso falta mucho. Debe ser lindo que te quieran todos, ¿no? Cuando agarrás la pelota, el equipo toma otra energía. Todos te buscamos porque sabemos que en cualquier momento nos hacés ganar el partido. Y además, me mata los enganches que tirás.-Ortega: Sería lindo que siguiéramos jugando juntos. Y esto no pasa por Marcelo, por Ortega o por alguien en particular. Tiene que aparecer el equipo y lo mejor es que haya competencia. En algún momento me va a tocar andar mal a mí y después, a otro. Y yo me banco salir si el que entra está mejor. Hoy se va a hablar de Gallardo u Ortega, pero lo que buscamos es andar bien los dos.-Keko: Marcelo es otro crack. Fue una pena que él no estuviera cuando entré. Pipo me dijo que me tirara atrás y me juntara con vos, Diego, Mauro y Andrés...-Ortega: Quedamos desequilibrados, pero eso es la historia de River. Cuando acá vas perdiendo o empatando, tenés que salir con todo. La gente te empuja.-Keko: En las prácticas vi que siempre intentás definir de emboquillada...-Ortega: Lo que pasa es que el arquero siempre sale desacomodado. Y si la pelota pica, la mejor opción es tirarla por arriba. Son segundos. Si el domingo la paraba, me comía el defensor. Vos no te podés quejar, tampoco...-Keko: No, para nada. El domingo a la noche no podía dormir. Ni me quiero imaginar si se me cumple el otro sueño: salir campeón con vos. -Ortega: Te digo algo: sos un iluminado, porque hoy en día no pasan estas cosas. Lo que te tocó vivir demuestra que sos un jugador de naturaleza y esencia de River. Me hacés acordar a Saviola: si él se hubiera quedado un tiempo más, habría sido un ídolo muy grande. Los pibes del club sienten la camiseta. Les veía la cara y transmitían que querían ganar. Agarraban la pelota e iban al frente. Es más lindo cuando tenés chicos que saben lo que es ganar con River. Por eso el club debería apostar por ustedes.-Keko: Ojalá nos podamos divertir en la cancha como contra Chacarita.-Ortega: Sí. Ya nos sacamos la mala leche. Ahora tenemos que transmitir más seguridad. No podemos estar siempre remontando resultados. Si nos convencemos, vamos a dar que hablar.-Keko: ¿Tenés cintura?-Ortega: Sí, ¿por qué?-Keko: No puedo creer los quiebres que hacés.-Ortega: Si fuera presidente de River, te haría un contrato para que estés cómodo y te quedes mucho tiempo en el club.-Keko: Jugar al lado tuyo no tiene precio.-Ortega: En algo te parecés, y es en la inconciencia cuando entrás a jugar. Naciste así, eso no se prepara. No te importa nada.-Keko: Igual, todavía me falta mucho para ser como vos... Tengo que aprender a esquivar más las patadas y usar más los brazos. -Ortega: Vas a tener que aprender a ser ídolo.-Keko: Y vos, a ponerme cuando seas mi técnico en River. Serías un buen DT.-Ortega: No me retires. Igual, quedate tranquilo: en mi equipo jugás y en mi partido homenaje vas a estar al lado mío.

San Salvador de Jujuy

Con dos toques mágicos, Ortega les dio aire a River y a su DT. Asistió al Keko y puso el 4-3 para cambiar el humor del Monumental.
De pie. Esta crónica se escribe así. Hasta los neutrales levantan los talones cuando el hombre eterno, a los 41'21'', se dispone a crear. El bochazo de Mauro Díaz está en el aire. Y Ariel Arnaldo Ortega, preparado para el engaño. Ni siquiera se toma un segundo cuando la pelota, como un imán, se le va acercando. La deja picar. Saca de la chistera una especialidad bien suya: la emboquillada. Y precipita otra: el gol, la emoción absoluta.
Es imposible evitar la exasperación así como sustraerse de lo que pasa en ese instante en que el Burrito vuelve a transformarse en el San Salvador de Jujuy. Salva del calvario a River, a varios de sus compañeros y mas que nada a un técnico que teclea en sus contradicciones. Convierte un eventual papelón en triunfo. Cambia los humores de un absorto Monumental.
Lo hace mientras lleva en sus manos la 10, emblema que, además de definirlo, revolea a los cuatro puntos cardinales ("a veces hay que vender humo", dice). Pero no vende humo. Simplemente no tiene ganas de ponerse la camiseta. Así exhibe bíceps livianos de gimnasio. Ningún complejo. Si los músculos que acaba de usar están en su pierna derecha. O más bien en el costado izquierdo de su pecho.
Pero Ortega no sólo resucita al mejor Ortega en ese minuto decisivo. También, un rato antes. Apenas le dan la cinta de capitán reacciona como en sus tardes épicas. Ya no se preocupa por acomodarse las medias. Se guarda el fastidio del inicio. Es momento en que la pelota es una brasa. A él no le quema.
Vega lo advierte. Le tira un pelotazo exigido. El Burrito controla un rechazo y encara. Hace una pausa buscando que le pique algún compañero. Bienvenido Daniel Villalva. Con un pase quirúrgico, entre líneas, lo pone de cara a Tauber. Y Keko, alter ego al que él mismo jujeño declaró como el Ortega del mañana, define como un nativo de Ledesma.
Ortega juega dos partidos. Uno dura el primer tiempo y un poco más. El otro es el que comienza cuando se da cuenta de que el equipo es suyo. Primero aparece con intermitencias. El 4-2-3-1 inicial no dura mucho. El Burro va de punta. De a ratos baja porque de espalda al arco pierde más de lo que gana. Y quiere ganar arriesgando. En esa fase falla en su afán de cambiar el ritmo con pases de primera. Le grita a Barrado para que no saltee el medio con pelotazos. Con Gallardo de lanzador y Buonanotte rompiendo por afuera, le queda poco margen de acción. Pero después, justo tras la salida de Gallardo, se afirma como el director de orquesta de los Dieguitos, Mauritos, Kekitos y todos los itos que usa Gorosito. Hay desorden. Sin embargo, las partes resultan más que el todo. Una parte esencial es Ortega, que busca a Buonanotte como en el Clausura 08. Se entusiasma con los otros enanos. Keko Villalva le mete un centro rasante que podría haber sido el 4-3. Mejor que no entra. El relato de la vaselina no hubiera sido posible.
De aquel nostálgico destierro en Mendoza a este presente hay más de 1.000 kilómetros de diferencia. En Núñez, como él dice, se siente Superman (y Batman, y Robin, y el Hombre Araña). "Fue el único héroe en medio de este lío", reza una bandera que flamea el sentimiento de miles de hinchas, testigos de otra proeza orteguiana.
¿Está para jugar seguido en este nivel? ¿Podrá rescatar al equipo del pozo ciego en el que entró tras su exilio? Sí. Ariel Arnaldo Ortega es el tipo que más unanimidad genera en la piel del hincha de las últimas generaciones. Le prestó un poco de ese capital a Pipo. Unánimemente, es un iluminado.